12+12 Un día en Chile. 24 horas en el ministerio de extranjería
Intervención multimedia en espacio público
Exterior del palacio de la Moneda 2009
Siguiendo los parámetros ideológico-jurídicos a los que nos hemos acostumbrado, lo “extranjero” parece un término objetivo. Parece que nada fuera más claro que la diferencia entre lo propio y lo impropio o lo nacional y lo extranjero. Sin embargo, una de la potencialidades del arte es desnaturalizar aquello que parece objetivo y normal, en este caso, la asignación de “extranjeridad”. Es en este proceso de desidentificación donde podemos comprender la operación artística propuesta en esta obra 12+12. 12+12 es un video que muestra una serie de video-proyecciones entre la ciudad de Santiago y la Ciudad de México entre los años 2004 y 2010, interviniendo en este caso la estrella ubicada al frente del Palacio de la Moneda. Las proyecciones corresponden a diversos retratos de “extranjeros”: peruanos, bolivianos, brasileños y latinoamericanos en general que residen en Chile, legal o ilegalmente. Esas imágenes fueron recolectadas en el Ministerio de Extranjería en los meses de noviembre y diciembre del 2008 durante un periodo de 24 horas. Según cifras del censo de 2002 son 184.464 los extranjeros residente en el país, correspondientes al 1,2% de la población total. Ahora bien, en base a lo que muestra una imagen de un rostro, como aquellas que vemos en esta obra, la designación de lo “extranjero” se vuelve difusa. ¿Qué sería lo extranjero de un rostro? ¿es un rostro capaz de mostrarnos la “extranjeridad” de un no-chileno? El rostro siempre refiere al absolutamente Otro con quien, como señala Levinas, tenemos una “responsabilidad infinita”. Sin embargo, el dispositivo jurídico destituye esta responsabilidad ética a la que el rostro del otro nos convoca, para imponer su propia violencia a partir de una determinación puramente formal del extranjero como amenaza a la seguridad interior. Este tipo de obras buscan restituir la pregunta por aquella responsabilidad ética más allá de las determinaciones ideológico-jurídicas. La cámara, cuando es puesta del modo en que se propone en esta obra, es decir, de modo frontal y neutro solo retrata rostros que podrían ser de aquí o de allá, sin ninguna posibilidad de asignación identaria nacional. Estos son simplemente otros, cuya presencia nos interpela de modo ético. Lo demás viene añadido por criterios emanados de un poder específico. Lo extranjero, lo propio, lo impropio, lo nacional son categorías que vienen a determinar las existencias a partir de un poder jurídico-estatal. Así los sujetos quedan reducidos a una distinción simple entre el extranjero o el nacional. Por el contrario, las imágenes del arte poseen la potencialidad de llamarnos a repensar nuestra relación con las categorías naturalizadas. Es en esta línea que la política de la obra 12+12 viene a desestabilizar las categorías que parecen seguras y obvias.
No es casual que la ley que rige hasta la actualidad los problemas migratorios en Chile provengan del periodo de la Augusto Pinochet en de un decreto de ley de 1975. Esta es una ley con principios securitarios, creada en un contexto donde el miedo al enemigo externo, así como al interno, campeaba sobre el despliegue de la violencia represiva y el terror de estado. En este contexto represivo, que abrió paso al neoliberalismo, la disolución de las categorías políticas que convocaban tanto a nacionales y como extranjeros bajo los mismos ideales de emancipación (como el trabajador o el proletario) hizo emerger otras oposiciones vinculadas al problema la identidad nacional. Así la política del demos se transformó en el odio del etnos. En este sentido, lo extranjero es siempre ya un problema creado por el discurso de lo “interno”. Es la fijación de los parámetros que definen lo interno, lo cerrado, lo idéntico aquello que produce la amenaza de lo “externo”, de lo “extranjero” o de lo “otro”. Es por eso, por ejemplo, que un mapuche puede ser criminalizado del mismo modo que una amenaza “externa” bajo la ley de seguridad interior del Estado.
Ahora bien, estas ideologías que producen efectos de gobiernos específicos no solo pueden funcionar en base a leyes y disposiciones jurídicas, sino que necesitan además un imaginario que las haga perceptibles y comprensibles para la comunidad. No basta con declarar y definir el concepto de “soberanía” para que esta exista en el imaginario de la población que queda capturada dentro de sus fronteras. Los “símbolos” son aquello que le dan forma y materia a estas ideas y, por eso, no es casual que los retratos que se realizaron de lo “extranjeros” no se expongan en un museo, sino sobre un símbolo nacional que en este caso es la enorme estrella que se instaló fuera del palacio de gobierno en espera de la celebración del bicentenario de la nación del año 2010. Entonces, por un lado, la ley construye su objeto (el extranjero, el indocumentado, el migrante, etcétera) y, por otro, los símbolos construyen sus sujetos (identidad nacional). Así resultamos a la vez, sujetos y objetos de la ley (como nacionales o extranjeros) , pero, en otro sentido, también quedamos sujetos de nuestra pulsión nacionalista por medio del efecto de fascinación de los símbolos del poder soberano. Esta obra indaga, por lo tanto, el asunto de la migración y de sus efectos en la cultura nacional, la cual se engendra al crear el discurso sobre lo propio y la interioridad. La obra 12+12 introduce, a partir de los retratos de los rostros, figuras suplementarias que no coincide con ninguna de las partes de la comunidad cerrada del discurso nacionalista. Estas figuras, como aquellas imágenes proyectadas en la noche, atraviesan clandestinamente el cierre de toda comunidad.