CS/HILE. Humo y terror
Galería Itinerante 2019
Galería Klee 2020
Fragmento del texto “El terror y el quiasmo de la imaginación. Notas sobre estética y terrorismo de estado en Chile” 2020.
El artista visual mexicano radicado en Chile, Gabriel Tagle, ha reflexionado recientemente sobre el terrorismo estatal en su obra titulada CS/HILE. Humo y terror, exhibida el 30 de noviembre pasado en la exposición “Arte y resistencia” de la Galería Itinerante, y luego expuesta en la Galería Klee, a partir del 16 de octubre en una nueva versión de formato más reducido. Esta instalación, en su versión original, consistió en una fotografía de gran formato (182 cm de largo por 67 cm de alto), donde podemos apreciar la imagen de un mapa de Chile diseñado digitalmente compuesto de humo de gases lacrimógenos. Bajo la imagen del mapa el artista instaló una repisa negra y sobre ella colocó una serie de cartuchos de bombas lacrimógenas recolectadas, limpiadas y pulidas por él mismo para presentarlas como objetos estéticos.
Esta imagen no es simplemente una representación literal del territorio nacional cubierto por el gas tóxico, sino una alegoría de la propagación del terror que invade cada rincón del país. El terrorismo estatal busca que la violencia se propague como el humo de las lacrimógenas –violencia monstruosa y carente de forma, diría Benjamin– para que todxs queden inmersos en una atmósfera contaminada de miedo . Durante los días más duros de la represión (que aún continúan con la misma intensidad en diversas regiones a lo largo del país), la policía recorrió las calles de las ciudades con sus vehículos blindados, fumigando con químicos lacrimógenos las poblaciones más pobres y disparando innumerables bombas de gas al interior de las casas con la clara intención de sembrar el miedo. De este modo, el mapa metafórico de Chile, es también la imagen de un territorio sumido en la incertidumbre donde no se puede ver nada bajo el gas asfixiante, del mismo modo que la expansión de la violencia represiva, en su dimensión microfísica, queda oculta bajo la nube de humo informacional que propagan los medio oficiales.
La obra de Gabriel Tagle no solo se ubica en un plano alegórico. Como mencionamos antes, junto con la imagen del mapa, el artista instaló los restos del armamento de guerra química utilizado por la policía contra los ciudadanos. Por un lado, la imagen del mapa construye digitalmente la metáfora del territorio nacional fumigado por el gas y el miedo y, por otro, los cartuchos metálicos nos vuelca la mirada hacia la materialidad de la violencia directa sobre los cuerpos, las gargantas y los ojos lacerados, los rostros y los cráneos destrozados por sus impactos directos (…). Como podemos apreciar, el terror estatal tiene una función que va más allá que la producción y la masificación del miedo. La reedición del terrorismo de Estado en Chile a partir del 18 de octubre del año pasado, se ha focalizado en la destrucción de los órganos perceptivos del cuerpo. Cada uno de los órganos sensoriales (los ojos, la nariz y la boca, la piel, los oídos) de innumerables personas han sido atacados y mutilados. Esta guerra contra los sentidos busca romper un tipo de relación sin miedo entre los cuerpos y la capacidad de imaginar nuevas formas de existencia común.
Destruir los órganos sensoriales del cuerpo, es destruir también la posibilidad de la imaginación, en tanto que esta última constituye el pensamiento del cuerpo. Meleau-Ponty ha comprendido la imaginación como quiasmo, es decir, como relación entre la experiencia sensible del mundo y su sentido inteligible, deshaciendo la oposición metafísica entre estos polos de la experiencia. Existimos ontológicamente imbricados, mezclados con otrxs. De esta manera, lo sensible y lo inteligible se encabalgan en el quiasmo de la imaginación para producir nuevas significaciones del ser-en-común. Tal como ha señalado Agamben: “[l]a imaginación recibe así un rango decisivo en todos los sentidos: en el vértice del alma individual, en el límite entre lo corpóreo y lo incorpóreo, lo individual y lo común, la sensación y el pensamiento, representa el residuo último que la combustión de la existencia individual abandona en el umbral de lo separado y de lo eterno” . A lo que añade más adelante: “es en la imaginación donde tiene lugar la fractura entre lo individual y lo impersonal, lo múltiple y lo único, lo sensible y lo inteligible y, a la vez, la tarea de su dialéctica recomposición” . Entonces, la destrucción de los órganos de los sentidos, tal como la ha llevado a cabo el terrorismo estatal en Chile, es antes que nada un atentado contra el surgimiento de la imaginación y su función creativa (poiética). El terror que amenaza y destruye el cuerpo y su medio ambiente es una agresión contra el quiasmo de la imaginación y, por lo tanto, es un atentado contra la dimensión existencial del ser-en-común. De esta manera, vemos que el terrorismo estatal no es una forma de violencia irracional, sino, por el contrario, es un mecanismo de control sistemático que busca producir la proliferación de individuos aislados, atemorizados y desconectados del mundo y de los otrxs.
Frente a los mecanismos de imposición del miedo, la producción artística en esta revuelta ha devenido un lugar donde la función creativa de la imaginación ha encontrado un refugio y un medio de resistencia. La política del arte en tiempos de crisis existe a ras del acontecimiento y la noción de “tiempo” aquí debe ser comprendida en términos climatológicos, es decir, no como una cronología de los hechos sino como una cuestión atmosférica y contingente . En medio de la violencia y la turbulencia de las manifestaciones la racionalidad normativa encuentra su límite. Es imposible proponer categorías analíticas generales que puedan enmarcar este estallido. Sin embargo, el vínculo entre percepción e imaginación subsiste en las relaciones intercorporales singulares de aquellos que no abandonan las calles y, entre ellos, los artistas han sido fundamentales para reconfigurar el orden de lo sensible. Si, por un lado el terror busca descomponer los nuevos vínculos, destruyendo los órganos del sensorium que nos acopla con el mundo y con los otrxs, por el contrario, el arte reestablece la posibilidad de la imaginación a partir de la reconfiguración de las formas y las materias, transmutando los vestigios de la violencia en nuevas imágenes abiertas a la sensibilidad de la comunidad. En este sentido, una de las funciones más potentes de los artistas en el tiempo de revuelta, ha consistido en internarse en una temporalidad ofuscada como meteorólogos en medio de un huracán, para buscar los signos del mundo en crisis y los vestigios de la violencia desperdigados como esquirlas de la explosión social. A partir de estos residuos, ellos han producido formas, objetos e imágenes inéditas que abren nuevamente el quiasmo de la imaginación como posibilidad de resistencia contra las máquinas del terror estatal.