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Los Amigos de Teobaldo

Video Instalación Museo de Arte Contemporáneo 2012
Galería Metropolitana, 2013

Video Dv Loop

TRT: 5:48 Min.

Andrea Giunta, retomando el concepto desarrollado por Ricardo Piglia, nos cuenta que el complot fue un asunto fundamental, una actividad constante en las vanguardias latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX. En este contexto, los artistas se hicieron radicalmente conscientes del poder que tienen las instituciones para establecer normas en el mundo del arte que establece prestigios, mercados y consagraciones, lo que los llevó a desencadenar una lucha decidida por desestructurar las estrategias de fortalecimiento del poder hegemónico, que para entonces ya mostraba su fuerza globalizadora.

Hoy en día, en un mundo “post” en que la voz autorizada la tienen los expertos en “contemporaneidad”, el universo de sentido que posibilitaba el complot artístico se ve declinado, pero no porque la dominación, el control, y la represión sean cuestiones de una época pasada, sino por el efectivo despliegue retórico de la tecnocracia que repite un trinar ensordecedor del discurso sobre lo “posible”, de lo “razonable” y lo “realizable”, en desmedro de cualquier esfuerzo emancipatorio. Entonces, el complot del arte ya no es tan amenazador, cuando el supuesto “arte crítico” contemporáneo, más que intentar derribar la estructura de poder, busca “describirla y exponerla, expandir su propia retórica, más que desorganizarla. El plan total del antiinstitucionalismo radical ha sido remplazado por el espacio de lo posible y realizable; por una poética, en ocasiones demasiado atada a las instituciones”.

Los Amigos de Teobaldo se inscribe en esta problemática a partir de una reflexión que busca replantear la crítica estética a la estructura de poder desde las posibilidades que ofrece el nuevo escenario técnico, lo que significa retomar el complot ya no como una estrategia al alero de la guerrilla utópica que perseguía la toma del poder, sino bajo las estrategias de un ciber-estafador, del suplantador de identidades que juega con los datos de los confiados operadores y usuarios de las redes sociales virtuales donde se generan y reproducen nuevas hegemonías. Esta obra se produjo y circuló en el año 2011, cuando Francisco Brugnoli era el director del Museo de Arte Contemporáneo (MAC). Este autor formó parte de una generación de artistas políticos comprometidos con un proyecto transformador, en la que el complot artístico era uno de los medios principales de subversión contra el orden establecido. Luego de su larga trayectoria, cuando en aquel momento era él quien comandaba una de las instituciones hegemónicas en el arte chileno como es el MAC, Tagle se sirvió de su imagen y de su estatus para realizar su ciber-estafa, su complot en la era de la reproducción digital.

El trabajo de Tagle no es un intento de sorprender al poder institucional, esta vez encarnado en la figura de Brugnoli. Su obra es, más bien, una práctica de verificación y exposición de las relaciones de poder, y lo que se intenta verificar es una promesa puesta en crisis que atraviesa tanto el poder de la institución arte, en su estatus de reproductor de lo político-cultural, como las plataformas virtuales y redes sociales, bajo la promesa del nuevo espacio social y articulador de comunidad y de participación. Esta promesa es lo que podemos llamar “democratización”. Al suplantar en Facebook la figura del director de Museo de Arte Contemporáneo, Tagle constató y exhibió el modo en que las figuras del campo con menos poder buscan establecer relaciones, solicitan favores, presentan proyectos y establecen contactos varios con una figura institucional. Su ejercicio no es solamente una crítica a la falsedad de estas relaciones debido a la suposición de que siempre están interferidas por un dispositivo policial, sino que su trabajo es la interferencia misma. Así, la imagen de Brugnoli sirve de carnada para la jugarreta virtual que Tagle utiliza para cuestionar el discurso ingenuo sobre la emancipación en las redes desterritorializantes.

La crítica implícita de su operación de sustitución está más allá de la relación epistémica-moral de la verdad o la mentira de la promesa de la comunidad global a través de la esfera medial. La sospecha finalmente está puesta en la manera en que el boom de las redes sociales colabora con la estetización y administración de la vida en términos de control y catalogación. La relación problemática entre la tecnología, el saber experto de la técnica y la democracia es un cuestionamiento abierto en la actualidad. Lo podemos ver, por ejemplo, en el debate contemporáneo sobre la democratización de los archivos a través de las plataformas virtuales. El complot en la época de la vanguardia utópica latinoamericana se sostenía en la distancia crítica inaugurada en la primera modernidad, por lo que parte de la táctica consistía en imaginar el arte en el lugar del margen, a pesar de que el arte por su propia condición hegemónica nunca logra estar realmente en aquel límite. En cambio, la estrategia aquí planteada es la de dirigirse al centro, como un proyectil o como una interferencia. Esta obra logró producir una operación de contrapoder efectiva. Antes que nada, debió disponerse contra sus propios medios y contra el campo hegemónico que la inscribe. La Cyber performance logró el límite de amistades llegando a 5000 amigos y miles de mensajes los cuales dan cuenta de lo anteriormente planteado.

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