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Til Til / Extro

Expuesto en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación UMCE 2014 y 2015 y la Universidad Nacional Autónoma de México 2016 VIDEO UHD 4K TRT: 11:30min

La potencia de esta obra radica justo en el límite en que la experiencia del encierro de niños y jóvenes en las cárceles concesionadas del Estado de Chile es abordado de modo oblicuo y no representacional, de tal manera que su “registro” no se transforma en el puro relato testimonial de la víctima, tan frecuente en los géneros documentales convencionales. Por eso, esta obra/investigación recoge elementos estéticos provenientes de diversos géneros audiovisuales (cine, videoarte, videoensayo, reportaje, entre otros) que aquí se encuentran sin subsumirse unos a otros. Este encuentro de géneros sin síntesis, nos lleva hacia un entre-lugar (un in between) o un umbral donde la experiencia estética del régimen punitivo se hace perceptible. Este in between del arte, que podemos llamar de modo tentativo microdicumental experimental, como decíamos más arriba, no busca el relato de la víctima, sino más bien busca que la institución punitiva se haga perceptible en sus dimensiones infraestructural, material y también discursiva. Es decir, el régimen penitenciario es exhibido como todo un régimen estético en el cual los cuerpos infantiles son sometidos a partir de la anulación de sus sentidos (aislamiento, carencia de agua, medicación, etcétera).

La cárcel, en su presente, experimenta un punto de inflexión que pone de manifiesto un acontecimiento que dispersa un paradigma disciplinario y hace acontecer nuevas figuras del castigo, nuevas estrategias del asedio. La crisis del paradigma moral-correccional-disciplinario –que había sido el soporte de gobierno estatal, filantrópico y humanista del cautiverio– transita hacia un paradigma gestional-securitario, de base empresarial, concesionado y neoliberal. Así, el monstruo estatal-corporativo es abastecido por la misma crisis.

La ampliación de los márgenes de captura, la consideración de clases portadoras de riesgo, la condena B (papel de antecedentes), la C (el seguimiento terapéutico), la D (la reincidencia), etc., dan cuenta de la dispersión y externalización de una serie de dispositivos que yacían contenidos en las instituciones penitenciarias. Es en la propia crisis del modelo disciplinario que acontece el desborde de los muros del sistema de corrección y encierro, dinamizado por nuevos agentes de gobierno que administran la actual economía del castigo: ONGs, empresas de seguridad, industrias farmacéuticas, especuladores del alma, inversionistas del riesgo y la vulnerabilidad que se pliegan intensificando las viejas estructuras.

En esta externalización no solo entra en crisis la institución, sino el campo de fuerzas mismo en que la prisión se legitima existencialmente. Las formas de la virulencia (pobreza, marginalidad, infancia, juventud, migración, etcétera) se subjetivan mediante la proliferación de nuevas formas de taxonomía social que modulan una biopsia persecutora (una especie de ojo tecnológico que rastrea, identifica, diagnostica, aísla, monitorea y distribuye) tanto a los sujetos “conflictivos” como a su entorno social. Esta reconfirguración del dispositivo excede los límites del encierro disciplinario y va más allá de las dualidades convencionales que distinguen al ciudadano del delincuente, al sano del enfermo y el adentro del afuera, multiplicando así la virtualidad del peligro, ubicándonos en una zona indeterminada y difusa que justifica un sistema de control mucho más agudo. A su vez, esta ampliación del dispositivo, genera un miedo-ambiente donde se pone a circular la amenaza bajo el control de un discurso de la inserción sostenido en el “mercado de la re-incidencia”.

PUNTO CERO. La mirada de William S. Burroughs es la de un adicto lúcido. A través de esta lucidez narcótica lo que él ve (y lo que nos hizo ver a través de su obra) es una sociedad de adultos adictos al consumo, socializados por el mercado, cuya energía explosiva precisa ser controlada con artefactos técnicos y estrategias político-mediáticas cada vez más sofisticadas. A ello alude el nombre de sociedad de control, a esa enajenación fundamental. Pero he aquí que cuando esta enajenación alcanza a la infancia, cuando los niños son socializados como consumidores antes que familiar o escolarmente, esta socialización produce necesariamente un resto que solo la cárcel o la muerte prematura puede enjugar. El actual valor profético del dictamen de Burroughs nos invita a volver la vista hacia la conversión del sueño americano en utopía carcelaria (dos millones de presos, cinco millones en libertad condicional) como la fantasmagoría terrible del futuro que nos aguarda.

Miguel Morey

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